No estoy solo: la importancia del acompañamiento de enfermería oncológica en mi tratamiento
Nunca imaginé que un día escucharía en primera persona ese diagnóstico que tantas veces había acompañado desde el otro lado: “tienes cáncer”. Como enfermera oncóloga conocía cada protocolo, cada efecto adverso y cada fase del tratamiento. Pero nada de eso me preparó para lo que sentí al ser yo la paciente.
De pronto, la teoría se convirtió en vivencia, y lo que antes explicaba a mis pacientes ahora debía aplicarlo en mi propio cuerpo y en mis emociones. Y en medio de ese proceso descubrí, con aún más fuerza, la importancia del acompañamiento de enfermería oncológica.
Entender y sentir
Como profesional sabía lo que era una quimioterapia, los medicamentos que se utilizaban y sus posibles reacciones. Pero como paciente experimenté el cansancio, la caída del cabello, las náuseas y, sobre todo, la incertidumbre. Ahí comprendí que la labor de la enfermera no es solo técnica, sino profundamente humana: necesitamos alguien que traduzca, que explique con paciencia y que nos recuerde que no somos un número en una historia clínica.
El valor de una voz cercana
En las salas de tratamiento me encontré con colegas que hoy me acompañaban desde otra perspectiva. Sus palabras de aliento, sus gestos sencillos —una mano sobre el hombro, una sonrisa, un “hoy vas a estar bien”— se convirtieron en medicina invisible que calmaba mis miedos. Sentí en carne propia cómo una enfermera puede transformar un día difícil en un día más llevadero.
Aprender a dejarse cuidar
Para quienes hemos dedicado nuestra vida a cuidar a otros, a veces es difícil aceptar la vulnerabilidad y dejarnos cuidar. Pero ser paciente me enseñó que también es un acto de valentía reconocer que necesitamos apoyo. La enfermería oncológica no solo me ofreció conocimientos prácticos sobre cómo manejar los efectos secundarios, también me brindó algo que ningún manual enseña: la sensación de no estar sola.
Una mirada renovada
Hoy, después de pasar por esta experiencia, acompaño a mis pacientes desde un lugar distinto. Ya no solo como enfermera que explica y orienta, sino también como alguien que entiende desde la vivencia lo que significa atravesar un tratamiento. Mi voz lleva consigo no solo conocimiento científico, sino también empatía y esperanza.
El cáncer me puso en el doble rol de cuidadora y cuidada, y me mostró que la enfermería oncológica es mucho más que un servicio de salud: es un abrazo profesional y humano que sostiene cuando el camino parece demasiado pesado.


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